martes, 6 de septiembre de 2011

ACOSTADA SOBRE EL RELÁMPAGO RECIÉN ABIERTO




El dolor nunca camina solo.

Su sombra pesa como el instinto
último del sol y sus ojos
hieren cual iris de un horizonte
aún no registrado en las pupilas.

El dolor se pronuncia en los amaneceres
cuando el rojo engrana las articulaciones
de las nubes
e inyecta elipses impronunciables
por las grietas del silencio.

El dolor respira más allá de la mirada,
desde dentro prende fuego
a todo cuanto me mide, a la altura
de mi beso, al borrador del cuerpo, al barranco
por donde los labios vadean
locuras precipitadas y mis manos
autografían pedazos de piel, a todo
cuanto me anochece y me desbroza.

Y así quedo dolorida, acostada
sobre el relámpago recién abierto
con gotitas de celofán entre los brazos.






Marian Raméntol Serratosa




1 comentario:

la-de-marbella dijo...

Bello poema. Describes muy bien el dolor