sábado, 16 de abril de 2011

SÁBADO





Desde esta orilla no se ve el mar.
Nunca se ve el mar,
por las puertas entreabiertas
de esta casa que olvidó
lo que yo aprendí ventanas adentro,
estas noches encerradas en botellas
como genios maravillosos que no son mis amigos
hacen del pasado de esta casa
un lugar de pies fríos y cuerpos desnudos
que se aman buscándose en la calle
como perros enamorados.

Todos preguntan ¿dónde está David ahora
que todos le buscan gritando por las calles?
Estoy aquí, en mi casa cuartel,
leyendo noticias de ayer en los periódicos,
[los americanos ganaron de nuevo.

Si otra vez nos sentásemos
todos juntos
a escuchar el ruido de la niebla
sobre los hombros desnudos de la cuidad
también estarías tú aquí conmigo,
por todos aquellos que pisan la lluvia
y se pierden bajo la luz eléctrica.

Vendría también mi mujer y su regazo
[ de agua como un nenúfar de sueño y plata,
nuestra pequeña,
nuestra musa para pagar el alquiler
tampoco sería la última;
me gustaría teneros a todos aquí.

Cuando vengan a por mí
espero teneros a todos aquí conmigo,
sé que no todo ha sido bueno,
pero si no, no habría valido la pena.

Y me verán todos, en mi casa cuartel
entre estanterías vacías y libros desordenados,
con mi huracán con nombre de mujer,
brindando por los bombardeos
con una botella y la boca rota,
sin gritos ni preguntas, para qué.
Cuando pronuncien mi nombre
sólo quiero que escuchen
sus palabras.
Mi nombre.



David Yáñez


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