martes, 23 de febrero de 2010

BANDERAS BLANCAS




A la memoria de Francisco Umbral

Ordenando la casa
el azar nos devuelve trozos de memoria
que creímos perdidos. La carta
de esa novia
que se fue con el frío
y con otro,
la entrada de un concierto
con la que entré también
en una cama, las fotos
de una noche.

Inquietos aparecen,
ordenando la casa, esperando su turno,
los poemas antiguos que creímos perdidos,
inquietantes, bilis como preguntas
de una comisaría, marchados para siempre pensaste.
Hacen muecas forzadas y tratan
de parecer amables, mueven banderas blancas
y has de admitir que a veces
te causan la sonrisa.

Encuentro, como un beso robado que provoca
y huye,
aquellos versos que decían la noche oscura
y suave de dos cuerpos.
Me asalta, niña rubia perdida
en la noche del agua,
aquel poema que se abría
con una cita de Fernando Sanmartín
y que hablaba
de un siete de espadas clavadas en la arena.
O aquella habitación en Santander,
ascética y triste
como la sopa de un convento.

Encontrarme con ellos. Reconocer
su aspecto
como alguien presentado en una fiesta antigua,
familiar e insólito,
como el hombre que,
con un plumero en la mano,
y rodeado de cientos
de libros y de trastos,
se mira en el espejo.



Enrique Cebrián


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